3 de abril de 2015. 14 Kms
Ayer por la noche, antes de acostarnos, quedamos con David y Jean Philippe en poner el despertador a las 7:00 h y así levantarnos los cuatro a la vez. La noche la he pasado un poco regular porque me dolía mucho la cabeza y me tuve que tomar un analgésico a media noche y tardó un montón en hacer efecto, o eso me pareció.
Hemos desayunado en el albergue como unos señores: café y unas tostadas con mantequilla y mermelada. ¡Qué olorcito había en el comedor! Después de recoger todo y montar de nuevo las mochilas, hemos comenzado nuestra segunda etapa. Salimos como a las 8:15 h y nos da los buenos días una mañana soleada.
Ayer en la Oficina de Turismo nos indicaron una salida diferente a la que nosotros teníamos previsto, sin volver otra vez a Souraide, evitando carretera y mucho más bonita. Hemos salido de Espelette por la carretera por la que entramos ayer. Pasando la primera rotonda, a unos 100 metros (por el lado izquierdo de la carretera) sale un camino asfaltado. Parece una urbanización con viviendas unifamiliares. Hemos subido un poco y a la derecha hemos tomado otro camino. Enseguida hemos llegado al Camino, que viene desde Souraide, en el Col de Pinodieta.
Es un tramo despejado por el Monte Erebi. Ya huele a España. La frontera está muy cerca. De repente nos llama la atención algo un poco más adelante. Un movimiento extraño. Es un gran buitre. Varios buitres. Guardamos silencio y nos movemos muy lentamente para no asustarlos. Ray aprovecha para hacer un millón de fotos. Miro hacia atrás y veo a David y Jean Philippe. Les hago señales para que vengan despacio y en silencio. La visión de los buitres nos ha dejado a todos atónitos. Disfrutamos de esta bonita imagen, es un maravilloso espectáculo. Es el regalo de este Camino. Siempre hay algún premio en el Camino y este es el de hoy.
Divisamos ya la bajada a Ainhoa, último pueblo francés antes de la frontera. La bajada es rápida y enseguida llegamos a este turístico y típico pueblo de esta zona de Iparralde. Casas encaladas y con las puertas y ventanas pintadas de rojo, verde o azul. Nos acercamos a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del siglo XIII. Sigue las construcciones típicas de estas iglesias, con la doble o triple fila de palcos destinados a los hombres y colores vivos. El cementerio es una pasada, con antiguas tumbas, la mayoría con apellidos vascos. Nos tomamos unas cervezas con nuestros compañeros de Camino.
Seguimos andando por la carretera y enseguida llegamos a Dancharia, que es el último barrio de Ainhoa antes de entrar en España. Nos hacemos unas fotos en el antiguo paso fronterizo con David.
Pasamos al supermercado, que ya está en Dancharinea, y compramos algo de comida y una botella de vino. Ya estamos en España.
Sacamos dinero en el cajero porque será el último cajero que encontremos hoy ya que es Urdax no hay. No sé qué hago pero me agacho a ajustarme los cordones de las zapatillas y me doy un tajo en el dedo con el quitamiedos. Menos mal que llevo yo el botiquín de emergencia.
Nos sorprende ver un rosario de peregrinos. Pero, ¿de dónde han salido?. Increíble, vamos como una veintena de peregrinos. Seguimos andando y pronto el camino se desvía a la derecha hacia el barrio de Leornas, salimos a un camino totalmente embarrado. Ya vemos el Monasterio de Urdax, donde dormiremos esta noche. Son las 13.30 h pero hasta las 14:00 h no viene la hospitalera que se ha ido a comer. Delante de nosotros hay esperando 5 peregrinos.
Entramos en el albergue. Dentro hace un frío del carajo, más que en la calle . La cocina está muy bien equipada, tiene de todo. El dormitorio es una sala con 20 plazas en literas, en el baño hay 2 WC y 3 duchas. Como el baño está ocupado, decidimos prepararnos la comida. Nos montamos unos bocatas de atún en aceite y pimiento morrón y una ensalada. Todo está riquísimo. El baño sigue ocupado. Nos llama la atención porque sólo hay una pareja. Estamos prácticamente seguros de que no ha entrado nadie más. El baño sigue ocupado. Decidimos cocer la pasta para la cena, ya que probablemente esta noche haya más gente intentando preparar cenas y sólo hay dos fuegos. Cocemos la pasta. El baño sigue ocupado. Descubrimos que realmente no había nadie más, solo la pareja que entró con nosotros. Les hemos puesto un mote, «los marqueses». Ray, cansado ya de esperar, decide entrar en el baño y ducharse. Los señores marqueses ya se han duchado. Conversación en el baño:
SEÑORA MARQUESA: – Cari, ¿aquí no hay secador?
MARQUÉS: – No, Cari
SEÑORA MARQUESA: – Entonces no me lavo el pelo.
MARQUÉS: – Sí. Te lo secas al sol.
Mientras, el agua caliente sigue corriendo. Tras la ducha de los señores marqueses, deciden lavar la ropa. Y, por supuesto, con el agua bien caliente.
SEÑORA MARQUESA: – Cari, ¿me escurres la ropa? Jo, es que yo no puedo.
El señor marqués escurre la ropa de su «Cari», con todas sus fuerzas.
Sólo hay un pequeño radiador en el dormitorio. Lo enchufamos en un enchufe, como en el centro del dormitorio para que de calor al máximo número de camas posibles. Los señores marqueses tienen una gran idea. Llenan el tendedero con su ropa, previamente bien escurrida por el marqués, y colocan el tendedero encima del pequeño y único calefactor del dormitorio. ¡Dios mío!, ¡¡¡¡¡¡han lavado hasta las zapatillas!!!!!!!!! Esto sí que no lo había visto en mi vida.¡¡¡¡ Lavar las zapatillas!!! La ropa, «bien escurrida» por el señor marqués, chorrea encima del radiador. Separo un poco el radiador para que no se nos estropee y paso la fregona porque el agua ya llega hasta nuestras mochilas que, por miedo a una posible inundación hemos subido a unas sillas. Dejo la fregona en medio como reclamo.
Oigo a Ray increpar la maravillosa idea de usar el agua caliente para lavar la ropa cuando eres el primero en ducharte y detrás quedan otro mogollón de peregrinos que vienen soñando con una ducha templadita para quitarse el cansancio. Pero el agua caliente se acabó. A la media hora entro yo en la ducha y el agua sigue helada. Me ducho pegando gritos, me animo pensando que el agua fría es buena para la circulación.
Como el tendedero está lleno, montamos nuestro pequeño tendal con el cordino que siempre llevamos y unas pinzas. y colgamos nuestra ropa.
Hemos llegado a una conclusión: Lo primero, la ducha. Y, por supuesto, llegar antes que los señores marqueses.
Llegan David y Jean Philippe que han pasado la tarde en Zugarramurdi.
Nos vamos a dar un paseo, a tomar algo y a escribir en nuestros diarios para luego poder compartir nuestras vivencias con todos vosotros.
Entramos en un bar-restaurante y pedimos unas cañas. Pueden ser las cañas peor tiradas que hemos probado hasta ahora. El pueblo no es muy grande y enseguida le hemos dado un par de vueltas. En el Monasterio hay una exposición y nos hemos colado a verla porque desde el dormitorio no hay control de entrada.
Han llegado un montón de peregrinos y el albergue está lleno. Cenamos nuestra pasta y nos vamos a las literas un rato.
Ya de noche llegan dos chicas que acaban de llegar en autobús.
Nos acostamos no muy tarde. Aún hay peregrinos cenando en el comedor. No se oye jaleo.
Al día siguienteLas fotografías de la etapa: