17 de agosto de 2.006 Sahagún-León
Salimos de Sahagún a las 9:30 de la mañana. Frío, muchísimo frío y el diluvio universal. ¿Cómo puede llover tanto y hacer tanto frío en el mes de agosto?. Sólo aquéllos que hayáis hecho el Camino en estas fechas sabéis de qué estamos hablando.
Cogemos las bicis y las colocamos las mochilas con las fundas impermeables, nosotros hacemos lo mismo. Empezamos con mal pie.
Como está todo embarrado decidimos ir por el andadero, siguiendo el Camino Francés, en vez de seguir por la Calzada Romana como en un principio era nuestra intención. Llegamos a Bercianos sin otro problema que la incesante lluvia. Seguimos por el andadero durante otros 8 kms hasta llegar a El Burgo Ranero. Su salida es eterna. Seguimos por esta inmensa llanura y pasamos Reliegos. Sigue lloviendo sin parar y llevamos las zapatillas chorreando agua. ¡Qué frío!. Pero todavía puede llover con más fuerza, hecho que comprobamos en pocos momentos.
A lo lejos vemos un puente y pedaleamos lo más deprisa que podemos para resguardarnos debajo. El puente está lleno de peregrinos, igualmente empapados, que aprovechan este descanso para escurrir sus calcetines. Todos comentamos lo mismo, el frío que hace en agosto, la gente no va lo suficientemente preparada para ir pasados por agua tanto tiempo seguido, sin un minuto de sol en tantos días. Cuando deja de llover tan fuerte salimos dispuestos a seguir mojándonos para llegar a Mansilla de Mulas. Paramos a comer. Ahora no llueve.
En la Plaza nos quitamos los calcetines y las zapatillas y las ponemos al sol para ver si se secan un poco. Nos encontramos de nuevo con la pareja de Oyarzun. Van a comprar algo para prepararse unos bocatas pero se sientan en otros bancos. Nosotros estamos fenomenal aquí tirados al solecito, aprovechando esta propina que nos da el cielo. Detrás de nosotros un italiano está muy mosqueado porque ha atado la bici y no encuentra la llave del candado. Va a pedir por ahí algo para romper la cadena y le dan una tijera de cortar setos.
Me acerco a echarle una mano y entre los dos somos capaces de romper el candado. Me enseña cómo se dicen algunos juramentos en italiano, pero por educación no los voy a repetir aunque suenan muy parecidos a los nuestros. Con él nos volveremos a ver en el albergue de León.
Mansilla de Mulas, que fue señorío de los Almirantes de Castilla, tuvo un cerco completo de murallas y torres albarranas, pegadas al Esla, que le servía como foso natural a noroeste. Aún quedan algunos trozos de murallas, de cubos y de puertas, aunque completa no hay más que la llamada Arco de la Concepción, que se prolonga en bóveda apuntada formando un pasadizo de mucho carácter. También tenemos que hablar del Convento de Agustinos, cuyas ruinas revelan una edificación del siglo XVI semejante al claustro de San Zoylo de Carrión.
Hablamos por teléfono con nuestras hijas. Hoy no tienen un buen día, Nos echan de menos y están algo tristes, por lo que tampoco les queremos contar cómo nos está costando esta etapa y lo cansados que ya estamos, sobretodo del frío y de la lluvia. También nosotros las echamos mucho de menos y nos sentimos fatal cuando lloran y estamos tan lejos. Pero ya queda menos y empezamos a descontar días. Al final conseguimos alegrarnos un poco todos, quizás sea el sol.
Terminamos de comer, nos ponemos los calcetines aún húmedos y las zapatillas. ¿Para qué nos vamos a cambiar si volverá a llover en un rato?.
Llegamos a Puente de Villarente, cruzando un curioso puente quebrado por la cantidad de reformas que ha sufrido. A la izquierda del puente se halla el antiguo Hospital de Villarente.
El Camino de Santiago sigue por un camino agrícola hasta Arcahueja. Ascendemos hasta el alto del Portillo desde donde se divisa ya León.
La entrada a León es horrible y la más peligrosa de todo el Camino. Cruzamos la autovía como unos machotes a pelo. Nos vemos circulando con las bicis por el arcén contrario a nuestra marcha, con gran tráfico de camiones y vehículos a gran velocidad que nos los ponen en el cuello. Llegamos a un puente peatonal sobre la autovía de circunvalación a León y ya conectamos con la entrada a la ciudad. Rosa ha pinchado así que paramos a arreglar el pinchazo, lo que nos cuesta apenas 5 minutos, ¡y sin llover! Se nos había olvidado esta sensación de sol. Llegamos a León a las 18:30. Nos vamos a San Isidoro, que es lo que más recordamos de nuestro otro Camino del 2.004 y desde su plaza buscamos un sitio para dormir. Nos habían hablado de un albergue que llevaban unas monjitas y que también disponían de pequeñas habitaciones, con menú del peregrino para cenar en el mismo albergue. Allí llamamos y como tenían sitio, allí dormimos. Nos damos una pequeña vuelta por las murallas pero enseguida vamos en busca del albergue. En la cena coincidimos por primera vez con los que a partir de aquí serían nuestros compañeros de peregrinación: Maider, Estíbalith, Alberto (Espi) y Asier. También estaban los peregrinos Belgas y el italiano de Mansilla.
La «Pulcra leonina»
Después de cenar escuchamos misa en el mismo convento y una bendición de peregrinos para irnos a dormir.
León es una de las ciudades españolas que más ha crecido en los últimos 50 años. Ha pasado de ser una pequeña capital de provincia a una ciudad moderna, de espléndida urbanización y vigoroso crecimiento.
Peregrino o viajero, quien quiera que pase por León debe darse cuenta de que aquí está tocando las raíces de España. León fue en la alta Edad Media la ciudad española que más iglesias, hospitales y monasterios tuvo, muchos particularmente aprovechados por la peregrinación jacobea, pero de los que apenas quedan incompletas referencias documentales.
En León se unían los peregrinos que venían propiamente por el camino francés con los que venían por el Norte y habían seguido la ruta de la costa y procedían de Oviedo, más los que venían del Mediodía de la Península por Valladolid. En el arrabal de Santa Ana se encuentra la Iglesia de Santa Ana, de la Orden de San Juan, que en el siglo XII fue iglesia del Santo Sepulcro. Seguimos por la Antigua Rúa de los Francos hasta la Casa de los Guzmanes y llegamos a la Plaza de San Isidoro.
Seguimos hasta el Hospital de San Marcos donde se encuentra el puente por el que sigue el Camino. No debemos olvidar ver la Casa de los Botines, la Iglesia de San Marcelo y la Catedral. Es la Pulcra Leonina, una de las catedrales más hermosas del mundo, a la que Jovellanos llamó milagro de arte. Está levantada sobre unas antiguas termas romanas. No se conoce el nombre de su arquitecto. Es un modelo del más puro gótico.
No dejéis de visitar San Isidoro, es una maravilla, la Colegiata es impresionante y el Pórtico es el más antiguo del Románico, del que salieron las fórmulas que cubrieron todo el norte de España y traspasaron los Pirineos gracias al Camino de Santiago. Primero hubo aquí una iglesia dedicada a San Juan Bautista y San Pelayo, destruida por Almanzor.
Sobre el solar, Fernando I y doña Sancha hicieron construir una basílica de tres naves entre 1054 y 1067, de arte asturiano ramirense, de la que sólo quedan las formidables esculturas que ahora están sobre la puerta principal, además de ese Pórtico que representó la gran innovación que inauguró la arquitectura románica, tanto en su estructura como en su decoración. Esta basílica fue derribada para construir otra nueva en 1095, por iniciativa de doña Urraca, hija de Fernando I, aprovechando el Pórtico originario.
KILÓMETROS RECORRIDOS: 58 kms.
DESNIVEL ACUMULADO: 180 m.