Hay noticias de este Camino desde el siglo XII, difiriendo de los demás en que su origen era Santiago de Compostela y no el final como el resto e Caminos; pues después del largo Camino a Santiago, los peregrinos querían visitar el fin de la tierra (el Finisterrae de los romanos). Además, en la Edad Media, algunos peregrinos iban hasta Muxía antes de ir a Finisterre para visitar el Santuario de Nuestra Señora de la Barca; en éste lugar, según cuenta la tradición cristiana la Virgen se le apareció al apóstol. De estas apariciones marianas han sobrevivido a nuestra época multitud de leyendas, entre las que se incluyen las cualidades milagrosas de sus piedras.
Anterior a la peregrinación propiamente dicha también hay una relación de Finisterre con el culto al apóstol. Al parecer cuando en el año 44 d.de C. sus discípulos Atanasio y Teodoro entraron por la ría de Arousa, al llegar a Iria Flavia desembarcan con la intención de buscar un lugar para su sepultura.
En aquella época la dueña de las tierras del Finisterrae es la reina celta Lupa y el lugar donde llegaron era el castro denominado Castro Lupario (Padrón). Esta reina mandó a los discípulos de Santiago a Dugium (Duio), castro celta enclavado en el istmo de Finisterre, al objeto de ser autorizados por el precepto romano Regulus (pues Hispania se encuentra plenamente romanizada desde unos años antes: 19 a de C.). El referido precepto romano los mandó apresar, pero los discípulos consiguieron escapar y volver donde estaba la reina Lupa para coger el cuerpo de Santiago y tras otras muchas peripecias conseguir trasladarlo al Monte Lliberdón donde le dieron por fin sepultura.
Volviendo a la peregrinación en si, históricamente hay documentación de hospitales de peregrinos en éste Camino que se encontraban concretamente en Umbría, Cee, Corcubión, Hospital y Fisterra. No obstante también hay un gran número de historiadores que consideran este Camino mas antiguo que el propio Camino de Santiago, como un rito pagano anterior a la cristianización por ser considerado Finisterre durante muchos siglos como el ultimo confín de la Tierra, el Finis Terrae de los romanos y anteriormente de los celtas.
Los últimos metros de esta peregrinación nos llevarán a Duio, que como hemos dicho era un castro celta ancestral capital de los nerios y a la bonita ensenada de Corcubión, para terminar en Finisterre. Pasada la iglesia de Santa María, del siglo XII (Nuestra Señora de Finubus Terrae), donde se encuentra el Cristo de Finisterre o «Santo da barba dourada», que la leyenda dice que vino del mar. Luego nos quedaran apenas 2,5 kilómetros para llegar al faro de Finisterre, el lugar de la muerte del sol, del fin de la tierra. Aquí estuvo el Ara Solis, lugar donde los celtas ofrecían sus sacrificios en su ocaso; también el promontorio de los Ártabros de Plinio, o el monte Cerium de Estrabón; fue también l punto mágico donde comenzaba el mar tenebroso; el lugar en cuyas piedras se celebraron durante siglos ritos de fertilidad cuando se divisaban en el horizonte los grandes grupos de ballenas.