17 de abril de 2011. Puente Duero-Castromonte . 35,7 Kms
Salimos del albergue de Puente Duero y el hospitalero nos acompaña un rato.
Vamos todo el rato dirección Simancas, pegadas a la carretera por el pinar. Un nuevo pinar, uno más. Está siendo el camino de los pinares. La carretera indica a la derecha el desvío a Valladolid y de frente cruzamos el famoso Puente Romano de Simancas sobre el Pisuerga.
Nada más cruzar el puente hay un bar con un césped divino pero de frente hay una subidita de las que ponen. Así que decidimos no parar hasta no estar arriba. Desayunamos antes de llegar a la plaza un café y unas tostadas con aceite.
Salimos de la Plaza Mayor y seguimos de frente según nos indican las flechas amarillas. Vemos el monumento a las mancas «si mancas me las dais, mancas no las quiero» y el Archivo General.
Cruzamos la autovía de Castilla y subimos otra cuesta. Me pongo los cascos para ir estudiando inglés porque tengo un examen a la vuelta y quiero aprovechar un poco este rato. Seguimos por medio de campos de cereal. Es un tramo monótono y duro hasta Ciguñuela.
En la ermita hay un montón de gente borracha, muy borracha, más que nosotras ayer. La cuesta que hay pasada la ermita es muy dura. Ana Belén está hecha polvo. Le sigue doliendo un montón la rodilla y sigue con la pierna muy hinchada.
Paco, amigo nuestro del foro amarillo sale al camino a buscarnos. Me adelanto con él y dejo que mi hermana vaya detrás más relajada. A la entrada del pueblo nos metemos en un bar y nos tomamos….¡una cerveza!. Paco nos invita y nos preparan unos bocatas para el camino.
Salimos del bar dirección Wamba. Nos despedimos de Paco. En el camino a Wamba hay un montón de esculturas de forja que parecen que nos van acompañando. Cuando se acaban las esculturas giramos a la izquierda. Espero a mi hermana en la entrada de Wamba en una fuente. Viene rota, con la cara descompuesta. Descansamos un rato. Un grupo de gente que salen de tomar el aperitivo de un bar, nos ven en la fuente y nos dicen que si tenemos huevos de llegar a Castromonte nos invitan a unos cubatas. Nuestra idea es quedarnos en Peñaflor y más viendo cómo está mi hermana. Pero tomamos nota.
Nos tomamos un bocata en la iglesia y cruzamos Wamba. Vemos Peñaflor allí enfrente, a tiro de piedra. Nuestra etapa está llegando a su fin. Ya parece que nos queda poco. Pero no, es todo un espejismo, el espejismo del cansancio y del calor. Peñaflor está muy lejos, subimos, bajamos, subimos, volvemos a bajar y para llegar al pueblo la última cuesta. Antes de llegar a la última cuesta miro hacia atrás y no veo a mi hermana, así que me echo un rato en una roca para esperarla y hacer el último tramo juntas.
Cuando llegamos preguntamos dónde nos pueden dejar las llaves del albergue y nos mandan hacia un bar. Cuando entramos la gente está muy contenta. Preguntamos por el alcalde que es el que se supone que tiene las llaves. Nos dicen dónde está el sobrino del alcalde, el sobrino se parte de risa y pasa de nosotras. Cuando nos queremos dar cuenta la gente tiene demasiado cachondeo como para entender que estamos cansadas y que sólo queremos las llaves del sitio donde poder echarnos un rato a descansar y ver las cosas tan divertidas como las ven todos los demás.
Un «caballero» de mediana edad nos dice al oído que salgamos un momento. Ya fuera nos dice que no vamos a conseguir nada y que aquí sólo nos van a dejar dormir en el polideportivo. Nos indica que en Castromonte hay un albergue nuevo que está de lujo y que si tenemos fuerzas para otros 9 kms nos merece la pena. Lo pensamos un par de segundos y le decimos que si nos puede indicar por dónde salir para no perder más tiempo. Nos acompaña un poco hasta la salida del pueblo.
Bajamos hasta un cruce y seguimos por un camino a la derecha en suave subida por una zona con árboles y enseguida divisamos Castromonte.
Llegamos al albergue de Castromonte. Estamos sólo nosotras. No hay calefacción pero se está fenomenal. El albergue está de lujo.
Nos damos una ducha. Doy una cosidita a los pies de mi hermana y nos vamos a dar una vuelta por el pueblo. Vamos en busca de los que nos van a invitar a ese cubata bien merecido pero no hay nadie donde habíamos quedado con ellos. ¡Era un farol!. Volvemos para el albergue. Han llegado otras dos peregrinas. Charlamos un rato, nos acostamos a descansar un poco antes de cenar y las dos nos quedamos dormidas. Tras una siestecita nos levantamos, cenamos solas porque las otras chicas han salido.
Ha sido una etapa larguísima y estamos muy cansadas. Mañana será un día más suave porque hemos quedado con nuestros padres en Medina a la hora de comer.
Al día siguiente…