16 de abril de 2011. Alcazarén-Puente Duero . 24,7 Kms
Empezamos la segunda fase de este nuestro Camino que empezamos ya hace dos años desde la puerta de casa.
Nos acercan a Alcazarén nuestro padre, Pablo, mi cuñado, el marido de mi hermana, José Luis y mi sobrino Adrián. . Comenzamos a andar alrededor de las 8 de la mañana. Vamos en busca del albergue para comenzar a andar desde el mismo punto donde lo dejamos hace ahora dos años.
Hace un día muy soleado y estamos muy entusiasmadas, como siempre que nos calzamos las pesadas mochilas a la chepa. Llevamos una tortilla y unos pimientos que nos ha hecho mi madre. Sabemos que nos esperan alrededor de cuatro horas, hasta Valdestillas, sin ningún tipo de servicios.
Salimos por la carretera y nada más cruzarla nos encontramos con las primeras pocilgas.
Pasamos por el punto kilométrico 491. Eso es lo que queda hasta Santiago. A nuestra izquierda una gran finca con un peregrino en piedra. Es el Caserío de Brazuelas.
Cruzamos el río Eresma por enésima vez. Comenzamos a subir hasta la ermita de Sieteiglesias que la están decorando para una boda que se va a celebrar esta tarde. Pasamos a verla y rezar una oración. Seguimos bajando hasta el río Adaja, afluente del Eresma y lo cruzamos por el Puente de Piedra.
Nos paramos a comer un poco más arriba un bocata bajo la sombra de un árbol.
Hace un calor increíble y atravesamos unas tierras de cultivo llenas de aspersores dispuestos para el riego pero que no sueltan ni una gota de agua. Pensamos en lo divertido que sería que ahora se pusieran los aspersores a funcionar y como si Santiago estuviera leyendo nuestros pensamientos, con la magia del Camino, pone los aspersores en marcha y nos ponemos debajo para refrescarnos un poco. ¡Qué agradable ducha!
Llegamos a Valdestillas a las 14:ooh
Valdestillas está en fiestas y nos encontramos con Paco, uno de esos peregrinos que hace tiempo que nos conocemos pero jamás nos hemos podido estrechar la mano. Nos invita a unas cervecitas fresquitas, que entran con demasiado peligro. Estamos un rato charlando en una terracita y cuando nos levantamos comenzamos a sentir los efectos de la cerveza mezclada con el solecito.
Nada más salir del pueblo haciendo «eses» y con unas risas bastante sospechosas, cruzamos de nuevo el Adaja.
No sé en qué momento nos despistamos, vamos partiéndonos de risa y seguimos de frente, de cabeza al pinar que seguro que está más fresquito que el desvío a la izquierda por la carretera que es donde están pintadas las flechas..
Seguimos andando paralelas a la vía del tren. Sabemos que tenemos que cruzar la vía pero no encontramos por dónde. Encontramos un agujero como de una tubería enorme que parece que cruza la vía por debajo. Cuando mi hermana intenta meterse dentro, hace un giro extraño con la pierna y le cruje la rodilla. ¡A tomar por saco el Quiste de Bécquer o algo así! No dice ni pío pero la pierna se le empieza a hinchar y así seguirá hasta que acabemos esta fase de nuestro Camino.
Seguimos andando paralelas a la vía durante una eternidad. Vamos en silencio, que es como se suele caminar cuando el cansancio se adueña de la cabeza. Llegamos a un pueblo que se llama Viana de Cega, pueblo por el que no pasa el Camino Original, así que hicimos nuestro propio Camino. El despiste nos ha costado un par de horas de regalo. Así es como vamos a pagar nuestra «borrachera». Pero que nadie piense que por esto vamos a dejar de disfrutar de nuestras cervecitas de media mañana o de media tarde.
En Viana mi hermana ya no aguanta las zapatillas así que le dejo mis Teva y se pone la rodillera en la rodilla escacharrada. Estamos cansadas y decido tirar yo para delante para no agobiarla y que vaya un poco a su ritmo.
Justo al llegar a Puente Duero nos encontramos en el cruce por el que viene el Camino por el que llegan los peregrinos más centrados y que no paran el Valdestillas a pleno sol a tomar cerveza fresca, por donde deberíamos haber entrado nosotras hace un par de horas.
Entramos en el albergue alrededor de las 19:00 h. Allí nos reciben los hospitaleros. Nos damos una ducha y nos vamos a comprar algo para comer. Como está todo cerrado nos acercamos a la gasolinera pero los precios nos dejan tiritando, así que cambiamos de opinión y nos vamos a tomar una caña al bar que hay más cerca del albergue. Allí Ana Belén con un morro que se lo pisa, y que más quisiera yo, consigue nuestra cena: lechuga, tomates, cebolla, salchichón, queso, pan y chorizo que le trae un buen hombre. Volvemos al albergue y compartimos nuestra cena con otro peregrino que ha llegado hace un rato al albergue. Cuando terminamos de cenar y recoger nos vamos a la cama porque estamos bastante cansadas.
Al día siguiente…